Castigo eterno significado bíblico

castigo eterno

Definición. El significado bíblico de castigo eterno es aquel correctivo que Dios ha aplicado a quienes han perdido la gracia ante sus ojos.

Para los que practicamos el catolicismo, este término es importante porque son la consecuencia de actos que realizamos fuera del camino de Dios. Y aunque su mismo título revela la idea principal del concepto, describirlo puede generar aún más temor.

El castigo eterno es una situación en que se ven envueltas las almas que perdieron el rumbo y no siguieron los mandamientos de Dios. Mismo que aunque pasen miles de años no cambiará y seguirá generando tormento en quienes lo padecen.

Esta condena es cumplida una vez el alma se ha separado del cuerpo y luego de haber sido dispuesto así por Dios en el juicio final. Nadie es capaz de asegurar quienes irán a ese sitio, porque este poder y justicia se le reserva al altísimo.

El hecho de que exista el castigo no significa que la naturaleza amorosa de Dios se pierda. Si no que fue la decisión de ellos mismos vivir sin ella.

La medida del castigo solo la impondrá el Señor y no debería haber temor en esto, pues todo será de acuerdo con las actuaciones. En las sagradas escrituras no indica que haya alguna forma de salir de este sitio, ni siquiera el ser perdonado luego.

El castigo eterno como parte del plan de Dios

Contrario a los que algunos piensan, el objetivo del señor es vernos felices y no tener que aplicar esta condena. Tan grande es su amor que nos ha otorgado todo cuanto observamos, de nosotros depende mantengamos esa gracia.

El sitio en donde se recibe el castigo eterno se suele describir como un lugar lúgubre, se oyen sonidos de dientes al rechinar y de llantos ahogados. Todo esto no es producto de la imaginación, sino que aparecen como la descripción del mismo.

El ambiente suele ser descrito como una llama que flamea con ardor y que nunca se agota. Además, quienes están allí son muy consientes de lo que aún tienen que atravesar.

De modo que recibirlo no es un plan destinado por el señor, sino por nuestras propias decisiones. Porque no es justo que quien actuó del peor modo reciba el mismo beneficio que aquel que no hizo daño y creyó en Dios.

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