Sudor significado bíblico

sudor piel

Definición. El significado bíblico de sudor, es líquido que segrega el cuerpo y cuya función consiste en eliminar el exceso de calor recibido por eventos climáticos o respuestas físicas. En este proceso están las glándulas sudoríparas que funcionan como mecanismo de transpiración.

Cuando aparece el sudor, se debe a estimulaciones ante eventos en los que persiste el miedo o temor a algo desconocido. Aquí influye el sistema nervioso de la persona y en algunos casos, es posible botar sangre. La razón es que a raíz de emociones violentas los vasos sanguíneos son capaces de atravesar los poros de la piel.

En uno de los pasajes del libro del Génesis se menciona al hombre que debe ganarse el pan con su esfuerzo y el sudor de su frente. Todo ello hasta volver a morar en la tierra en la que nació, pues polvo somos los hijos de Dios. Esto nos indica el uso de tal palabra de una manera más sutil y que se referencia a lo largo de las sagradas escrituras.

El sudor en la Biblia

Desde las épocas más remotas se aprecia la relación que tuvo el sudor con diversos personajes del nuevo y antiguo testamento. En los relatos de Ezequiel se dice que los sacerdotes no podían vestirse con prendas que les hicieran desprender transpiración de sus cuerpos. Lo ideal es que emplearan ropa cómoda, turbantes de lino y cosas poco ceñidas.

Otros varones de la Biblia también sudaron cuando se encontraron ante situaciones que representaban grandes peligros para sus vidas. Es posible que supieran que iban a sufrir y no sabían la forma correcta de actuar si no era bajo el amparo del Señor.

El sudor de Cristo

Si bien es cierto, la muerte de Jesús y su crucifixión fueron uno de los momentos más relevantes de los que se habla en la Biblia. Aquel día en el que estuvo en agonía padeció de manera intensa y el sudor no tardó en brotar en su frente, cayendo en forma de gotas de sangre sobre la tierra.

Aquel momento en Getsemaní representó uno de los cambios más significativos para la comunidad de los cristianos. La agonía de Jesús, el sudor que emanaba de su cuerpo y la redención de todos nuestros pecados nos conducirían a la salvación. A pesar de que en un instante Cristo pensó que su padre le abandonó, no fue en realidad así, Dios le amaba y necesitaba que se cumpliera su profecía sobre la tierra.

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