Jered significado bíblico

jered

Definición. El significado bíblico de Jered, es nombre de uno de los descendientes de Caleb. Su madre fue Jehudaía y se le menciona junto con Jecutiel, Zanoa y Soco. La traducción del vocablo quiere decir, aquel que gobierna o que desciende.

Jered y la línea genealógica de Adán

A lo largo del libro del Antiguo Testamento, encontramos el nombre de Jered como uno de los descendientes directos del primer varón que pisó la tierra y cuyo calificativo fue Adán. A él se le agrupa junto con Enós, Cainán, Enoc, Matusalén, Lamec o personajes como Noé.

Debemos tener presente que uno de los parientes de Jered fue Set. Este le nació a Adán cuando él contaba con ciento treinta años de edad. La Biblia nos dice que el patriarca tuvo una vida bastante prolongada y que con ello trajo al mundo numerosos hijos.

La descendencia se fue multiplicando el día que a Set le nació Enós, así fueron surgiendo otros personajes en el caso de Cainán, Mahalalel, Jered, etc.

A Jered se le nombra como hijo de Mahalalel, quien cumplía sesenta y cinco años en el momento en el que le engendró. La Biblia nos comenta que nuestro personaje tenía ciento sesenta y dos cuando vino al mundo su descendiente llamado Henoc.

También, se manifiesta que Jered murió a una edad bastante avanzada, pues, contaba con novecientos sesenta y dos años en total. Más adelante se habla de más personajes como Matusalén que son de los más reconocidos en la Biblia.

Otras menciones de Jered en la Biblia

En 1 Crónicas 4:18 encontramos lo siguiente 'Y su mujer Jehudaía dio a luz a Jered padre de Gedor, a Heber de Soco y a Jecutiel de Zanoa. Estos fueron los de Bitia hija de Faraón, con la cual casó Mered'.

En este capítulo encontramos la relación entre Jered y la genealogía de Judá. Esta fue una de las más numerosas y famosas de las doce tribus de Israel. Allí se hace una clara referencia a Jabes, quien fue el más ilustre de sus hermanos.

El episodio bíblico, en el que aparece el nombre de Jered, nos enseña diversas lecciones a aprender. Una de ellas, consiste en darle importancia al poder que tiene la oración, sobre todo si lo hacemos de manera ferviente.

Nos enseña que debemos mantener la voluntad de Dios en cada momento sin cuestionar nada al respecto. Seamos como Jabes que oró, sabiendo que el señor le escucharía y respondería a su llamado.

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