Plenitud del espíritu significado bíblico
Definición. El significado bíblico de plenitud del espíritu se refiere al término 'perisseuo' que quiere decir tener abundancia. Es estar lleno y satisfecho cuando se alimenta al alma. También señala el equilibrio de los placeres terrenales y la espiritualidad.
El apóstol Pablo usa este vocablo para hacer distinción entre la carne y el espíritu. Él dice que la carne es una persona que no es bendecida porque no se ha preparado para acoger los dones divinos. El alma es la esencia del soplo de Dios recibida en el cuerpo mortal, es decir que se liga a esta, por tanto, influencia nuestro comportamiento.
En 'Gálatas', Pablo pide no saciar los deseos mundanos. Entre ellos las acciones sexuales perversas, idolatría, paganismo, odio y vicios. Por el contrario, llama a obrar de la mano del bien, con los dones de la paciencia y bondad, a ser fieles y mansos. Cumplir con la voluntad del Creador, pues esto trae paz y alegría y la aceptación en el reino de los cielos.
En 'Efesios' se habla de que cuando el hombre cae en las tentaciones prohibidas, deja de dirigirse hacia la salvación del Altísimo. Si las personas son atraídas por la carne, desisten de escuchar la santa palabra y de ver el camino que Dios ilumina con ella. Pablo invita a que se busque la plenitud del espíritu, mediante alabanzas de salmos y cantares que enaltezcan los valores sagrados.
¿Cómo alcanzar la plenitud del espíritu?
Tiene que ver con la manera en que se honra a la Bendita Providencia, comenzando por orar y agradecer al Santísimo. Es muy importante que se realice la misión apostólica que Jesucristo encomendó al pueblo. Predicar la verdad y aceptarla hace que se llene nuestro interior con la gracia celestial.
En ‘Corintios’ se alude a la ceñida relación de la Trinidad, siendo Jesús, el Padre y el Espíritu Santo una unidad. Por eso el pueblo israelita ha contado con el ejemplo de la vida del Señor, que se sacrificó por nosotros. Teniendo en cuenta que con este acto de amor puro, nos brindó la capacidad de llenarnos con la plenitud del espíritu.
Es decir, en Cristo habitó la abundancia perfecta, reflejo del poder de su Progenitor, él es el único que puede intervenir por la humanidad. No ha existido otra persona en la que Dios haya habitado por completo, no hay otro que se pretenda mediador entre el hombre y Jehová.