Cuerpo significado bíblico

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Definición. El significado bíblico de cuerpo se refiere a la carne o forma humana que Dios nos dio como recipiente del alma y espíritu. Cuando nuestro Señor, creó al hombre, lo hizo a su imagen y semejanza, dándole un cuerpo físico para vivir en la tierra.

Vídeo sobre el significado bíblico de Cuerpo

Entonces, este es el templo del espíritu, la forma física que Dios, creó del polvo para prestárnoslo, mientras vivamos en este mundo. La Biblia hace varias referencias al significado de la palabra cuerpo, ya sea para hacer alusión a un cadáver o a la forma física.

Además, se nos ha enseñado sobre la existencia de un cuerpo físico y otro celestial. El primero, compuesto de carne, se nos da para la vida en la tierra. Y el otro, se conforma del alma y espíritu, que debemos preparar para el encuentro con Jesucristo.

El cuerpo como templo del Espíritu Santo

Este cuerpo físico que tenemos, no nos pertenece, pues es templo del Espíritu Santo. Con esto, nos indica Dios, que nos ha dado un organismo corpóreo para la vida terrenal en calidad de préstamo, el cual debemos cuidar y respetar. Ya que, al final de nuestros días, lo devolveremos a la tierra para convertirse en polvo y será nuestro espíritu el que trascienda.

Por ese motivo, no solo es importante el cuidado de este cuerpo físico, sino que también es necesaria la preparación del alma. Esto se debe, a que el primero volverá a ser polvo, pero es nuestra responsabilidad entregarlo en buen estado a su dueño.

Y en el caso del espíritu, será el que pase a gozar del reino de Dios, luego de la resurrección. Siendo relevante, que preparemos el alma para ese momento, limpiarla de todo pecado. Pues tanto el cuerpo como el alma se corrompen, y por eso vino Jesucristo a la tierra, a lavar nuestros pecados.

Cuerpo místico de Cristo

Todos formamos parte de Cristo, de su Iglesia, a través del pan que el mismo Jesús nos ofreció como su cuerpo. La misma Biblia nos relata que Jesús partió el pan, señalando que se trataba de su cuerpo, pidiendo seguir haciéndolo en su memoria. Esta es la manera de lavar nuestros pecados terrenales, a través del arrepentimiento y la comunión.

Por ese motivo, todos somos miembros de la Iglesia universal y juntos ocupamos un lugar en el cuerpo de Cristo. Entonces, no somos dueños del cuerpo que poseemos, este pertenece a una unidad mucho más grande, el Espíritu Santo, quien es el mismo Jesucristo.

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